Escrito por Oscar Sierra Quintero
Tomado de Dragón Invisible (Argentina)
San José – Costa Rica
Por el hecho de ser el cuerpo celeste más cercano a nuestro planeta, la Luna es,
por antonomasia, el astro mejor conocido y estudiado por la humanidad desde la
más lejana antigüedad. Este conocimiento se incrementó significativamente a
partir de la invención del telescopio astronómico en 1609. Todavía aún más desde
el inicio de la era espacial hace 50 años y, muy especialmente, tras los vuelos
tripulados de las misiones Apolo, entre los años 1969 y 1972; mismos que
colocaron a los primeros seres humanos sobre la superficie del astro de la
noche.
Tras los detallados estudios que, en consecuencia, se han hecho de nuestro
satélite natural a través del telescopio y aún in situ, con sondas teledirigidas
y exploradores humanos caminando sobre su superficie, podría decirse entonces
que ya es poco o nada lo que queda por descubrir en este yermo y desolado cuerpo
celeste del que hasta la fecha de hoy se poseen cientos de miles de fotografías,
películas, mediciones de todo tipo y aún muchísimos kilos de rocas recogidas en
su superficie por misiones rusas (*) y norteamericanas.
No obstante y contra todo lo que el sentido común nos pueda decir por lo
anterior expuesto, son muchas y muy grandes las incógnitas que nuestro satélite
aún sigue guardando para el intelecto humano y ante las cuales la ciencia
oficial guarda un solemne silencio. Muchos de estos misterios se han evidenciado
paradójicamente como consecuencia de los grandes programas de exploración que,
desde el inicio de la era espacial, se han llevado a cabo en el astro de la
noche. A continuación, nos permitimos presentar una relación los más importantes
de ellos:
Los obeliscos del lado oculto. Casi desde el mismo inicio de los vuelos
espaciales teledirigidos, las sondas Luna 9 de la URSS y Lunar Orbiter de los
EE.UU. fotografiaron sobre la Luna, en el lado no visible desde la Tierra, unas
extrañas estructuras verticales de evidente origen no natural que desde ese
entonces y hasta el presente, han suscitado las más diversas reacciones entre la
comunidad científica mundial y el público en general. En fechas más recientes,
una nueva misión teledirigida fotografió un nuevo obelisco, en esta ocasión
único y solitario, sobre la parte visible de nuestro satélite natural.
Lo fenómenos transitorios lunares. Denominados con las siglas en inglés LTP
(Lunar Transient Phenomena) los llamados Fenómenos Transitorios Lunares se
cuentan entre los misterios mejor documentados y, por lo mismo, debidamente
"oficializados" por la ciencia astronómica, al punto en que se han hasta
elaborado atlas de los mismos. Los LTPs consisten en una suerte de luces
extrañas que, en determinadas ocasiones – y muy especialmente durante lo
eclipses totales de Sol o de Luna – se encienden de forma fija o se desplazan
sobre determinadas zonas de nuestro satélite, muchas de ellas formando figuras
geométricas perfectas, como triángulos, rectángulos o líneas rectas.
Estos fenómenos se vienen registrando desde hace casi 300 años. La primera
noticia que tenemos al respecto data del año 1715 cuando, desde la ciudad de
Londres, el destacado astrónomo inglés Edmund Halley y su colega J. E. de
Louville observaron sobre la superficie de la Luna y con ocasión de un eclipse
solar, lo que ellos describieron como "una especie de resplandor o vibraciones
momentáneas de haces de luz, como si alguien estuviese quemando pólvora como se
hace en minería". Y complementaron su información diciendo que "Las luces
brillantes eran de una duración muy breve y aparecían aquí y allá, pero siempre
en la parte sombreada de la Luna".
Las grandes rocas rodantes. Un poco al sur del ecuador lunar, en el lado
visible, se encuentra un gran cráter llamado Fra Mauro caracterizado – como su
accidente más llamativo – por una gran roca que se desplazó (?) varios
kilómetros sobre la superficie, dejando un gran surco detrás de ella, tan grande
que resulta visible desde la misma órbita lunar. Era este el sitio escogido para
el aterrizaje del accidentado vuelo del Apolo 13. No obstante, la misión
siguiente, el Apolo 14, aterrizó cerca de este lugar. De lo que descubrieron en
torno al misterio de "la gran roca rodante" los astronautas que exploraron esta
zona, no se informó absolutamente nada al público.
Unos kilómetros al sureste de Fra Mauro, se encuentra en cráter Alphonsus.
Adyacente a la parte exterior de su pared occidental, reposa otra gran roca
rodante, con el característico surco detrás de ella que evidencia el misterioso
desplazamiento de kilómetros de distancia que tuvo, como su homónima de Fra
Mauro, movida por titánicas fuerzas desconocidas hasta ahora por la ciencia.
Finalmente, en la región sur este del lado visible, muy cerca del Mare Nectaris
y casi en la misma latitud del cráter Alphonsus, se encuentra en cráter
Theophilus, en uno de cuyos bordes descansa otra gran roca rodante de
dimensiones parecidas a las anteriores citadas, con un gran surco que da
evidencia de su misterioso desplazamiento.
Los "mascons" o extrañas concentraciones de masa. Las primeras naves que
orbitaron la Luna se encontraron con un fenómeno inusitado: al volar por
determinadas regiones (Mare Imbrium, Mare Serenitatis, Mare Crisium, etc.) la
velocidad de la nave se incrementaba y perturbaba en gran manera. Una zona en
donde se aprecia este fenómeno de manera más acuciante es en el cráter Van de
Graff. Los científicos suponen que este fenómeno puede deberse a que en estas
zonas existen mayores concentraciones de masa que en otras regiones del globo
lunar. Pero aún no explican satisfactoriamente a qué pueda deberse esta
anomalía.
Rupes recta. En el sector oriental del Mare Nubium (región sur del lado visible
de la Luna), se halla una inmensa pared de 90 kilómetros de longitud y cerca de
500 metros de altura denominada Rupes Recta (Pared Recta) por su extraña
configuración en línea recta de extremo a extremo. Los científicos le atribuyen
su origen a una falla geológica, mas no pueden explicar satisfactoriamente el
por qué de su casi impecable aspecto geométrico.
Cráteres extraños. Las misiones teledirigidas y tripuladas han fotografiado
sobre la Luna varios "cráteres" o depresiones muy particulares que no se ajustan
a ninguna de las categorías establecidas por los astrónomos para este tipo de
accidentes ni se puede establecer satisfactoriamente su posible origen. Entre
ellos citamos una extraña pareja de cráteres, con forma de "ojo de cerradura"
con una longitud de 18 kilómetros, ubicados cerca de un cráter mayor llamado
Guericke, este último localizado entre la región de Fra Mauro y los cráteres
Ptolemaeus y Alphonsus, como ya hemos visto zonas de gran actividad de los
llamados Fenómenos Transitorios Lunares y en cuyos alrededores se hallan,
además, dos grandes rocas rodantes.
En la región sur este del lado oculto de la Luna, y cerca del gran cráter
Gagarin, se localiza el cráter Barbier. Dentro de él se encuentra un pequeño
cráter con una extrañísima forma de herradura, con sus pareces perfectamente
delineadas.
Finalmente, en la región oeste del Mare Serenitatis y en las estribaciones de
las montañas Haemus, se encuentra una particular depresión con forma de letra
"D" en el cual se han registrado tres tipos de material lunar.
(*) Pese a que la desparecida Unión Soviética nunca pudo enviar misiones
tripuladas a la Luna, como sí lo hicieron sus homólogos norteamericanos, pudo
hacerse de varios kilos de rocas lunares por medio de las misiones teledirigidas
Luna 16 y Luna 20, las cuales aterrizaron en dos diferentes puntos de la
superficie de nuestro satélite en los años 1970 y 1972 respectivamente,
recogiendo rocas del subsuelo lunar y regresando con ellas a la Tierra, en las
primeras y únicas misiones no tripuladas que han ido y regresado con materiales
de otro cuerpo celeste.
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